Page:Lagerlöf - El maravilloso viaje de Nils Holgerssons.djvu/242

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Caminaban con mayor rapidez que los bueyes, pero los patos no pudieron resistir el deseo de meterse con ellos: — ¿No os da vergüenza hacer un trabajo de bueyes? Y los caballos relincharon: —¿No sentís vergüenza de ser tan holgazanes? Mientras los caballos y los bueyes se dedicaban al laboreo de los campos, el carnero permanecía en casa, paseándose por el corral. Recién esquilado y» ágil, divertíase embistiendo a los muchachos, obligando al perro guardián a guarecerse en su garita y pavoneándose- con el orgullo que le daba el creerse el amo del lugar. - Carnero, carnero, ¿qué has hecho de tu lana? gritaban los palos silvestres al pasar. — La he enviado a las fábricas de Drag, ea Norkdping — respondía el carnero con un largo balido. — Carnero, carnero, ¿qué has hecho de tus cuernos? El carnero, muy a pesar suyo, no los había tenido jamás y no se le podía inferir mayox airenta, que preguntarle por ellos. Se puso tan furioso, que durante un rato, corrió enloquecido en torno del corral, dando embestidas contra el aire. Un hombre caminaba por la carretera; le precedía un pequeño ganado de lechoncitos de Escaria, que no contaban más que algunas semanas y que esperaba vender en el norte. Los lechoncitos trotaban vivamente, a pesar de lo pequeños que eran, y se apretujaban untos contra, otros para protegerse: - ¡Uf! ¡Uf! ¡Uf! ¡Qué pronto nos han separado de nuestro padre y nuestra madre! ¡Uf! ¡Uf! ¡Uf. ¿Qué va a ser de nosotrosi tan pequeños? -* gritaban con su gruñido agudo. Los mismos patos silvestres no pudieron menos que compadecerse de los lechoncitos. — Ya veréis como todo os irá bien -^ les dijeron, para consolarles.